EL RESPETO COMO MUESTRA DE MORAL AUTÓNOMA


Con sorpresa uno puede ver por las calles como la gente bota los papeles ensuciando jardines y veredas, otros toman como suyo lo ajeno, enciende la música a todo volumen hasta altas horas de la noche sin considerar que los vecinos desean descansar del ruido. Actitudes como estas demuestran una falta de respeto de una persona hacia otra. ¿Por qué razones hay esta falta de consideración a los derechos de los demás? ¿Por qué burlarse de la persona con rasgos indígenas o selváticos?

En principio el respeto es una muestra de consideración hacia otra persona, atendiendo a que esta tiene iguales derechos de vivir en un ambiente adecuado, tal y como nosotros lo tenemos, pero para llegar a tener este grado de conciencia transcurre procesos cognitivos morales que se van ajustando a la edad y a la experiencia: es el transcurso de la moral heterónoma a la moral autónoma.

Cuando hacemos caso de la regla impuesta por el adulto, pensando en que su incumplimiento es castigado por el simple hecho de trasgredirla, estamos actuando con una moral heterónoma. Un ejemplo es el de un niño que ve mal que el padre vaya a excesiva velocidad, aun que sea esta una emergencia, o el ejemplo donde el niño considera que la sanción debe ser mayor para aquel que rompió toda una vajilla de casualidad y menor para aquel que rompió un vaso a propósito como. Este estadio, que trascurre entre los cinco y diez años de edad promedio, Piaget lo considera como estadio de respeto unilateral, donde la conducta es evaluada por su trascendencia o consecuencia física, mas no por los motivos.

Por el contrario, a partir de los doce años en promedio, transcurrimos hacia el logro de una moral autónoma, dando muestra que somos personas que actuamos socialmente de acuerdo a las normas, ya no por la sola existencia de las mismas, sino por que evaluando su cumplimiento se entiende que el beneficio es comunitario. En este estadio, logramos comprender que respetar a las personas es necesario, no por temor a la sanción de no hacerlo, si no por que el respeto es intrínseco a la dignidad de la personas, considerando sus habilidades y características que lo hacen diferente de otras.

Para lograr el desarrollo de la heteronomía moral a la autonomía ha jugado un rol importante las actividades de grupo, donde las necesidades son comunicadas y luego las decisiones son tomadas; donde inicialmente había un apego a la regla por temor al castigo, ahora se asume que estas son necesarias por que nos permiten participar en las actividades sociales. Se incrementa el sentir de que todas las personas son iguales, comprendiendo que los compañeros piensan de forma muy similar a como lo hacemos. Como manifiesta Hersh (1998) “la conducta de los niños se hace racionalmente guiada por las reglas a medida que se entienden mejor los conceptos sociales en que estas operan”. En este estadio moral, por ejemplo, robar no es malo por que se castiga, si no que es malo por si mismo: la regla se ha logrado interiorizar.

El paso de la moral heterónoma a la autónoma no es automático, de serlo, todas las personas adultas actuarían socialmente con respeto a los demás, igualmente lo harían al interior de la familia; pero vemos que esto no sucede. Considerando los ejemplos iniciales, algunas personas adultas actúan con una moral heterónoma correspondiente a edades menores, al extremo que se deben colocar anuncios de sanciones económicas por botar la basura en lugares inadecuados: se actúa por temor a la sanción y no por considerar que botar la basura en lugar inadecuado, perjudica la salud de todos. El estadio de esta moral heterónoma, según la clasificación de Kohlberg, corresponde al nivel Preconvencional del juicio moral, debido a que no hay un reconocimiento al interés de las otras personas, es una actitud egocéntrica. Ejemplo de esta situación es la persona que pone música con alto volumen al interior de su casa, piensa que este placer es compartido por todos sus vecinos.

El actuar dentro de la sociedad debe ser guiado por una moral de cooperación, donde exista la empatía, considerar que las opiniones de los otros tienen el mismo valor, que no podemos trastocar una situación y arreglarla solo a nuestra conveniencia. Nuestro diario desempeño debe buscar la autonomía moral, ser concientes de nuestro desempeño y como este afecta o beneficia a quienes nos rodean, el sentirnos bien por lo que hacemos, independiente de la sanción exterior.

Bibliografía:
Hersh, R., Paolitto, D., Reimer, J. (1998). El crecimiento moral: De Piaget a Kohlberg. Madrid. Editorial Narcea.
Imagen tomada desde aquí

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